No es una exageración. Las cosas buenas, regulares y malas de Singapur se deben a las debilidades, grandezas y preferencias de Harry Lee –su nombre Inglés.
Es él quien en un grado superlativo hizo que Singapur pasara de ser una colonia exótica del Imperio Británico a ser uno de los mayores centros financieros del mundo –y una de las ciudades mas costosas y con mayor calidad de vida. Todo logrado con trabajo y esfuerzo, y mano dura, en un par de generaciones.
Sus detractores hablan de lo malo que es desafiar al gobierno en Singapur, del castigo corporal y de las libertades civiles coartadas. Pero nadie en el extranjero menciona la buena gobernabilidad, la eficiencia, la mínima corrupción, la meritocracia y el libre acceso a bienes y servicios en Singapur.
Mr Lee, sonriendo por T.V. en los '60 |
Los valores de excelencia, incorruptibilidad y servicio público eran parte de la personalidad de Mr. Lee. Al igual que la intolerancia a la crítica, la resistencia al cambio y la falta de tacto –cosas que aún se sienten en esta ciudad.
He vivido en Singapur por cuatro años y *nunca* he sido parte de una ciudad tan limpia, eficiente y bien planificada. Nunca me ha faltado la luz ni el agua –ni me han dicho "no hay" o "venga mañana". Nunca me han amenazado con un arma ni mi vida ha estado en peligro. Nunca me he devuelto de una farmacia con las manos vacías, ni he tenido que hacer horas de cola para comprar un paquete de pañales. Nunca me he preocupado porque mi familia sea secuestrada, ni porque los policías sean nuestros enemigos, ni porque los empleados públicos sean incompetentes.
Todo esto se debe a Mr. Lee y a sus políticas durante más de treinta años.
Desafío a que cualquier izquierdista de otoño "habla-paja" me convenza de que en Caracas se vive mejor y que me demuestre cómo el populismo y la ideología Bolivariana han convertido a Venezuela en un sitio tan próspero, seguro y reluciente como Singapur; porque después de quince años de izquierdismo de mentira –y de un trillón de dólares en renta petrolera– Venezuela debería de ser aunque sea un poquito como Singapur –pero no lo es en absoluto.
Venezuela *necesita desesperadamente* de un Lee Kwan Yew –o al menos de un Renny Ottolina– una figura que encarne las virtudes del país, que trabaje duro y que pueda llevar al país al futuro que se merece; un futuro del cual hemos sido estafados por gentuza mediocre que aún cree en pajaritos, en libertadores y en líderes mesiánicos –pero que no trabajan, no dejan trabajar y mantienen al pueblo en la mayor indigencia e ignorancia.